El amor que alguien sintió por mi me salvó la vida. Cuando ya creía que nada tenía sentido, cuando la corriente de mi agonía me llevaba cuesta abajo, aquél amor inmerecido, que no me costó absolutamente nada motivar en Él, me salvó de una muerte segura. Por eso creo que en el amor hay sanidad; que la persona que se siente amada, puede ser capaz de volver a nacer, de ser una nueva criatura. Pero el amor que a mi me salvó no fue un amor cualquiera, de esos que pasan por la vida sin dejar huella, de esos que rozan el corazón, pero no logran invadirlo. Aquél amor sublime y eterno, es el amor que Dios sintió por mi y que me lo transmitió a través de Jesús, aquel ser súper maravilloso que me rescató, que sacó del hoyo mi vida, que me colocó sobre la gran Roca, y que puso en mis labios una nueva canción.
Ese amor ahora es mío, y también puede ser tuyo. Ese amor es el único que puede sanar tus heridas, por más profundas que estas sean, por más dolorosas que hayan sido tus experiencias, por más amarga que tengas hoy el alma...
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