Era hermoso y confortable aquel lugar,
los ángeles le adoraban y le honraban,
merecedor de toda gloria, Hijo de Dios.
Al lado de Dios Padre, que más podía esperar.
Pero un día miró a los hijos de los hombres
enredados en sus delitos y pecados,
condenados a perderse eternamente,
y su corazón fue movido a compasión.
A pesar de lo que hacían, Él aún los amaba
y por amor a ellos dejó todo, y lo sufrió todo.
Se hizo uno de ellos, pero la maldad nunca obró en Él,
Levantó muertos, sanó cojos, y dio vista a los ciegos,
Pero el mundo aún no podía ver.
Se volvieron contra Él y en una cruz lo vieron morir;
resucitó triunfante y volvió junto a su Padre.
Pero su inmenso amor no terminó allí,
cerca de su Padre aboga por nosotros.
Su amor es incomprensible, es extraño
para hombres como nosotros, que no sabemos amar.
¡Enséñanos, Señor, a amar como Tú nos amaste primero!
¡Enséñanos, Señor, a ser como Tú…!
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