Un poco de agua sobre nuestros cabellos o sobre nuestra ropa, no arruinará nuestro día, por el contrario, refrescará nuestras ideas y nos hará ver el camino correcto.
La lluvia la envía Dios para sofocar el calor de la incertidumbre, del pesimismo, del malhumor. Ver la lluvia caer relajará nuestro entrecejo, aflojará los músculos de nuestra cara y entonces por fin aparecerá en nuestro rostro aquella sonrisa olvidada.
Recuerda que cada minuto es un buen momento para sonreir.