Donde nada reina, sino sólo el silencio
Donde el frío de la indiferencia
Se confunde con la mirada de la desesperanza,
Cuando todos se han marchado
Con sus risas y sueños atados a sus corazones,
Cuando aún las estrellas del cielo perdieron su luz,
Y la luna llora su desventura, vilmente abandonada.
Cuando el color se desvanece, hasta volverse gris
Cuando ya ni alcance a ver mis manos ni mis pies...
Sé que Tú estarás allí para socorrerme
Y no dejarme caer por el barranco,
Tus promesas siguen vigentes
Tu mirada sino destilando amor,
Tus manos siguen apretando las mías
Y tu corazón, Amado Dios, sigue latiendo fuertemente aún por mi…
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